sábado, 10 de mayo de 2008

Triste mayo

Hoy, sábado, en Zamora, asistí a la extraña conversación que mi tío Paco mantenía con una dama que, -abrazada a él bajo las sábanas, - le susurraba ininteligibles palabras. Afinando el oído, acercándome hasta apenas un palmo de distancia, logré entender parte de la charla:
-Un poco más…, oí que el hombre musitaba suplicante.
Pero la dama, impasible, no dispuesta a ceder, con la insultante firmeza del que se sabe poseedor de todas las bazas ganadoras y sabedora de lo inapelable de sus argumentos, respondió:
-De acuerdo, está bien, no tengo prisa… Pero a cambio deberás entregarme un poco más de tu alegría, un poco más de tu fortaleza, un poco más de tu voluntad…
-Lo acepto- accedió él sin rechistar, mientras que su semblante se diluía en un resplandor tan amarillo como el de sus ojos.
-Y además,-prosiguió ella inflexible-, deberás cederme tu lucidez, tu escasa capacidad de decisión, incluso parte de tu dignidad…
-Sí, sí, ¡qué importa ya!, lo acepto todo… Pero concédeme un poco más de tiempo, por favor,- suplicó contrayendo las facciones en un rictus de desesperanza.
E inclinando el rostro sobre la almohada, con las exiguas fuerzas que le restaban, y entre los estertores de una respiración entrecortada, ingirió con el agua unos sorbos más de vida. Tras ello, acurrucado en posición fetal, cansado de luchar, rendido ante la desigual negociación, entornó la mirada, y -piel y huesos-, aceptó la liquidación del inexorable impuesto que reclamaba su pálida acompañante,
….
Y todavía recuerdo con nitidez una última y fija mirada que no supe interpretar si era la de mi tío al despedirse, o la de su siniestra compañera que, a través de las dilatadas pupilas, me recordaba que me conocía bien, que sabía dónde encontrarme, y que, antes o después, se acercaría algún día para charlar conmigo…

Hoy, además, enterramos a la tieta Mary. Esta es la carta que, sin dirección, mi mujer le remite:

Querida tieta Mary:
Has sido la persona más alegre que ha compartido mi vida, y esa alegría nacía de un amor incondicional a los que te rodeaban. Viviste tu vida en la alegría que irradiaba desde lo más profundo de tu ser. En mis frecuentes visitas al hospital conocí a una mujer tierna, que aceptaba su enfermedad y sus limitaciones con una resignación adquirida a través de toda una vida de fe. La sonrisa fácil y franca con la que siempre me dabas la bienvenida, y las palabras de gratitud por compartir un tiempo juntas, dejaban entrever un alma sencilla, y provocaban en mí una gran compasión y ternura.
La infancia de todos nosotros, los C..., resuena en los ecos de las reuniones familiares entrañables, alegres y divertidas, que la mayoría de las veces, transcurrían en vuestra casa, tía Mary y tío Pepe; y ahora que estáis juntos de nuevo, os doy las gracias en nombre de todos, por habernos permitido vivir con felicidad y amor, los primeros años de nuestras vidas.
Ayer, 9 de Mayo, como hoy, fue un día triste, gris y lluvioso, y como nada sucede por casualidad, estoy convencida de que en ese otro mundo de Luz paralelo al nuestro, todos nuestros seres queridos que descansan en la unidad del Todo, nos acompañan en nuestro llanto y nos reconfortan en nuestra soledad. Y son esos seres queridos los que, en la quietud de la noche, sin apenas hacer ruido, acudieron para llevarte hacia el reino de la Luz. Ahora tieta, dejaremos de estar tristes porque sabemos que por fin estáis todos juntos.
Me gustaría terminar esta carta expresando de corazón lo mucho que te queremos, y que siempre recordaremos tu vida como un testimonio de que todo momento es un momento de alegría y que no se puede amar a menos que se haya alcanzado la alegría, ya que sin ella, el amor está hueco, vacío y carente de sentido.
Gracias tieta Mary

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