domingo, 11 de mayo de 2008

Iris

Como caen de las nubes la nieve o el helado granizo,
tan rápida y presurosa volaba la ligera Iris…(Ilíada, XV)


Nadie debería sobrevivir a sus propios hijos. En las grandes crisis, Balzac asegura que el corazón se rompe o se endurece. Sin embargo, leyendo las cartas de Inma a su hija, compruebo,-reconfortado-, que el francés no siempre tiene razón.
Y es que solo el "reloj de sangre" de una madre puede recrear, con su latido, infinitas horas de tristeza, alegría, fortaleza y cariño.
Y brota la sonrisa del amor en sus lágrimas, y en su pensamiento anida la vida eterna de sus hijos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Alfredo.
Me ha gustado mucho tu escrito, así que lo he publicado en la web de mi hija Iris. (http://perso.wanadoo.es/jcolominas).
Gracias.
Joan.