Decía Goethe que el ocio es una muerte anticipada. Amantes de los clásicos, y solo en este sentido, soñamos con morir los fines de semana.
La “segunda residencia” es el lugar donde –con un esfuerzo agotador- se trabaja inútilmente para disfrutar de un hipotético descanso: Las hierbas del jardín, las algas de la piscina y el polvo de los muebles experimentan,-entre otros miasmas-, un pitagórico impulso inversamente proporcional al tiempo libre del que disponemos.
Se hace pues imprescindible la presencia de colaboradores cercanos que se involucren en esta frustrante lucha contra los elementos. Mis dos hijos varones, adolescentes, tratan de ayudar (sin ninguna convicción) -en esta desigual batalla, pero así como uno de ellos es consciente del castigo bíblico que señala que hay que “ganarse el pan con el sudor de la frente”, el otro, que no traduce bien el hebreo, se arma un lío y cree entender que hay que ”ganarse el pan con el sudor del de enfrente” .
Y es este último- sabedor de mi interés por racionalizarlo todo -el que, para distraer la atención paterna e intentar reducir el vigor de la reprimenda , me plantea enrevesados problemas de lógica con el turbio propósito de entretener , o al menos aplazar razonablemente, el rústico rigor de un padre jadeante cuyo único símbolo de autoridad se limita a un rastrillo.
Mañana, os cuento uno.
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