viernes, 23 de mayo de 2008

Medicinas poco convencionales



Para un descubrimiento científico, -dice Zweig-, nada puede ser más peligroso que el convertirse en moda y en tema de charla social.
Y esto le ocurrió a Franz Mesmer que, como médico honrado, pretendía mostrar a sus contemporáneos un nuevo procedimiento curativo basado en la sugestión (él lo denominaba “magnetismo animal”).Sus ideas fueron aprovechadas por farsantes y embaucadores, convirtiéndose el tema en una materia con la que muchas personas, especialmente aristócratas, entretenían sus momentos de ocio. Llegó un momento en que la Academia de las Ciencias francesa hubo de intervenir. La comisión formada al efecto estaba compuesta por personajes tales como Franklin (pararrayos), Lavoisier (químico), Bailly (astrónomo y futuro alcalde de París), Jussieu (botánico) y un tal Doctor Guillotin, que años más tarde inventaría una máquina eficaz para curar en un instante todas las enfermedades imaginables.
El veredicto de la Academia, (aunque no hubo unanimidad), fue la declaración solemne de la “nulité du magnetisme”.
De esta forma, la erudita Academia parisina (la misma que desecha el pararrayos de Franklin, la vacuna antivariólica de Jenner y tilda de utopía el barco de vapor de Fulton), retrasa más de 100 años la aceptación oficial de la existencia de componentes psíquicos en los procesos de la enfermedad y la curación. Finalmente, en 1882, se aceptan los planteamientos de Charcot sobre la hipnosis. Más adelante, vendrían los trabajos de Sigmund Freud y de otros muchos que convertirían la psicología clínica en una disciplina ampliamente aceptada y utilizada .
Y es que,-como elegantemente describe Zweig-, “siempre se cumple la antiquísima y bárbara ley de la humanidad, antaño en sangre y hoy en espíritu, aquel mandato inexorable que exige que, en todas las épocas los primogénitos sean sacrificados”

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