Mi amigo Manolo Peleguán, técnico,- como yo-, en ayudas a la alimentación, me cuenta esta historia que dice que le ocurrió a un amigo suyo. Y aunque parezca sacada de una película de terror, me asegura que fue real y que ocurrió en los bosques cercanos al monte Gaztelu, en las proximidades de Pamplona.
A este amigo suyo, montañero, entretenido toda la tarde con la flora de la zona, se le hizo de noche, y como en aquellos instantes comenzaba a diluviar, decidió apostarse a un lado de la carretera para hacer autostop.
Pasó un tiempo pero nadie se paraba para llevarlo. La tormenta era tan fuerte que apenas se alcanzaba a ver a unos 3 metros de distancia.
De repente, entre la neblina, surge un coche con las luces apagadas que se acerca lentamente y se detiene frente a él.
El hombre, calado hasta los huesos y muerto de frío, sin pensárselo dos veces, sube al coche y cierra la puerta. Mira hacia el asiento de al lado y se da cuenta con asombro de que nadie conduce el coche.
Sin embargo, el coche se pone en marcha suavemente. El hombre comienza a escuchar voces que susurran algo que no entiende, oye jadeos y quejidos, pero vuelve a comprobar que no hay nadie dentro del coche.
Mira hacia adelante, y con horror se percata de que el coche se acerca a una curva. Asustado, presintiendo su trágico destino, comienza a rezar e implorar por su salvación.
Aún no ha terminado de salir de su espanto cuando, en el último momento, justo antes de llegar a la curva, aparece por la ventana del chófer una mano-húmeda y tenebrosa- que mueve el volante lentamente pero con firmeza.
Paralizado por el terror y sin aliento, cierra los ojos y se aferra con todas sus fuerzas al asiento; inmóvil e impotente ve cómo sucede lo mismo en la siguiente curva de aquél oscuro camino, y los quejidos y jadeos aumentan a cada momento, lo que le provoca tal espanto que cada vez se acurruca más en el asiento.
De pronto, las voces, más cercanas que nunca, le dicen...
- No te escondas, que te vemos,.... ¿por qué te escondes?
Totalmente helado por el pánico, tras varios segundos sin atreverse a contestar, y ante la insistencia de las voces que le repetían lo mismo una y otra vez, responde...
-¡Por favor, no me hagáis nada ¡ ¡Por favor.... no!
-¿Que no te hagamos nada, so cabrón?, Como no salgas del coche y empujes como los demás, ¡te vamos a inflar a hostias!
No sé si creerme esta historia que me cuenta Manolo, aunque conociendo a los navarros, hay que pensar que son capaces de cualquier cosa…
Tordon
A este amigo suyo, montañero, entretenido toda la tarde con la flora de la zona, se le hizo de noche, y como en aquellos instantes comenzaba a diluviar, decidió apostarse a un lado de la carretera para hacer autostop.
Pasó un tiempo pero nadie se paraba para llevarlo. La tormenta era tan fuerte que apenas se alcanzaba a ver a unos 3 metros de distancia.
De repente, entre la neblina, surge un coche con las luces apagadas que se acerca lentamente y se detiene frente a él.
El hombre, calado hasta los huesos y muerto de frío, sin pensárselo dos veces, sube al coche y cierra la puerta. Mira hacia el asiento de al lado y se da cuenta con asombro de que nadie conduce el coche.
Sin embargo, el coche se pone en marcha suavemente. El hombre comienza a escuchar voces que susurran algo que no entiende, oye jadeos y quejidos, pero vuelve a comprobar que no hay nadie dentro del coche.
Mira hacia adelante, y con horror se percata de que el coche se acerca a una curva. Asustado, presintiendo su trágico destino, comienza a rezar e implorar por su salvación.
Aún no ha terminado de salir de su espanto cuando, en el último momento, justo antes de llegar a la curva, aparece por la ventana del chófer una mano-húmeda y tenebrosa- que mueve el volante lentamente pero con firmeza.
Paralizado por el terror y sin aliento, cierra los ojos y se aferra con todas sus fuerzas al asiento; inmóvil e impotente ve cómo sucede lo mismo en la siguiente curva de aquél oscuro camino, y los quejidos y jadeos aumentan a cada momento, lo que le provoca tal espanto que cada vez se acurruca más en el asiento.
De pronto, las voces, más cercanas que nunca, le dicen...
- No te escondas, que te vemos,.... ¿por qué te escondes?
Totalmente helado por el pánico, tras varios segundos sin atreverse a contestar, y ante la insistencia de las voces que le repetían lo mismo una y otra vez, responde...
-¡Por favor, no me hagáis nada ¡ ¡Por favor.... no!
-¿Que no te hagamos nada, so cabrón?, Como no salgas del coche y empujes como los demás, ¡te vamos a inflar a hostias!
No sé si creerme esta historia que me cuenta Manolo, aunque conociendo a los navarros, hay que pensar que son capaces de cualquier cosa…
Tordon
2 comentarios:
Me siento realizado, gracias.
Manolo
No prácticamente nada de los navarros, vamos de "ombligo de mundo".
Un navarro
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