martes, 17 de junio de 2008

Nouvelle Cuisine

Estimados amigos:
Hace pocas fechas, presenté un curso de Nanotecnología en Gijón que concluyó con un cóctel en el mismo local. (Art Gallery Food). Y para mi hambrienta desgracia, el condumio reflejó la filosofía del ambiente “minimalista” de la sala: “Pudding de berberechos sobre un fondo mentolado con agua de mar”, (textual, os lo juro, el líquido lo inundaba todo), “piruletas de Parmesano”, “salmón caramelizado en lecho de enebro”, “salteado de fabada deconstruída con crema de oricios”…
Mi rústico paladar, poco habituado a “delicatessen”, sufría, (y yo con él), al escuchar esos nombres de tan largo enunciado y escaso volumen. Y es que, por la boca desocupada y los efluvios del huérfano Rioja, estos esnobismos culinarios resultan propicios para soltar la lengua. Ya lo apuntaba Baudelaire: “Si un conocido a tu lado bebe solo agua, es que tiene algún secreto que esconderte”. Os aseguro, amigos, que este no fue el caso.
Así, alguien, -sincerándose-, relataba su absoluta intolerancia al salmón:
-¿Alergia?,- pregunté yo, educado.
-¡No, qué va, mucho peor!-, me contestó.
Y me explicó que una amiga suya, deseosa de impresionarle, le propuso preparar un salmón al más puro estilo escandinavo, para lo cual envolvió el pescado en unas toallas que, al final y por error, acabaron en la lavadora de mi amigo (salmón incluido)
- ¿Tú sabes,- me susurró- , la angustia que se siente yendo a trabajar durante tres meses con el olor a salmón incrustado en las camisas?…
Mientras, al otro lado, un colega hacía sonrojar a la camarera con la insidiosa pregunta de: ¿Oye, y el “agua de mar del berberecho”, la sacáis de la zona del Piles?...
También asistí al espectáculo de otro conocido que, acuciado por el hambre, y con el ánimo de reunir un plato medianamente consistente, acaparó ¡24 vasos de “chupito”! (cada uno con “dos fabes al oricio”).Es decir, toda la bandeja…
Yo creo, - obviando lo gastronómico-, que en estos cócteles, (en los que siempre estás de pie), existe un grave e irresoluble problema de ergonomía. Juzgad por vosotros mismos: En una mano, generalmente la derecha, tienes la copa de vino; con la izquierda, coges esa rabicorta cuchara (de ignoto contenido) que te ofrece el camarero; y tras la breve degustación, devuelves la cuchara y aceptas la servilleta que solícitamente te ofrecen. Vale, hasta aquí todo normal. El problema llega en la siguiente ronda: Veamos: copa de vino en la derecha, servilleta en la izquierda. ¿Cómo coño te las arreglas para coger el “revuelto de sepia en crujiente de arándanos”? Solución instintiva: Servilleta al bolso, recogida del canapé y adquisición de nueva servilleta. Pero claro, en la decimonovena pasada, el bolso del pantalón, de la chaqueta e incluso del abrigo rebosan de tal manera de servilletas, que se hace imprescindible evacuar ese desmesurado aluvión de papeles… Y claro, da un corte tremendo ir obligando a los demás a retirar la copa de las habitualmente diminutas mesas para poder descargar una vergonzante y apelotonada colección de servilletas usadas…
En fin, que donde estén los huevos con patatinas fritas, sentado, y con servilleta de tela, que se quite “el diseño” ¿O no?
Saludos cordiales
Tordon

3 comentarios:

Pele Ón dijo...

Santamaría versus Adriá. La polémica está servida
Yo me quedo con lo tradicional también

Anónimo dijo...

Ejem ejem ejen ejen, pueblo epañol que sólo quiere cantidad y no calidad.
Eduquemos el paladar a saborear que para eso está y no nos dediquemos sólo a TRAGAR para llenar el "saco",pues se sabe que la comunicación al cerebro de nuestra saciedad es lenta.
Si DEGUSTAMOS "UN BERBERECHO" con calidad, podremos apreciar distintas texturas,consistencias,sabores...y hasta que tipo de arena e incluso de que zona procede.
Aja,aja,eje...aspirante a Chef.

Tordon dijo...

La morfología, textura, color, consistencia , aroma y demás cualidades metafísicas de las cosas solo soy capaz de apreciarlas si no tengo hambre