jueves, 19 de junio de 2008

Procreación

Estimado Pepe:
La aspirina es el mejor anticonceptivo,-decía mi abuela-, siempre que la mujer sea lo suficientemente habilidosa para sujetarla entre las rodillas.
Y viene esto a cuento por tu artículo de ayer, donde con ingenio, novia y casquete, abordas con tanta retórica el tierno asunto del “bebé”.
”Bebé abordo”, pensaste sin duda, antes de comprometerte con esa enardecida defensa del incremento de natalidad, con ese elogio de la preñez, con ese poner a parir a toda hembra, sea ésta cilíndrica, diabólica o campanuda. Erigido en auténtico promotor de vástagos y retoños, jaleas al rey de la procreación, y le animas a plantar semilla en barriga ajena, constituyendo esta moda y este modo, -a tu juicio-, el mejor remedio para evitar la “reserva” de la tercera edad, la alternativa válida para desarrollar una pasarela sostenible.
Y estoy básicamente de acuerdo con tu filosofía, pero a mí ni me mires. Y menos a mi mujer. De sobra he contribuido a la causa con cuatro (¡4!) baluartes que defenderán la Historia, la esperanza, el escanciado y la madre que los parió. Baluartes, por cierto, que comen y cenan como limas. E incluso meriendan.
En todo caso, ya sabes: La caridad y el entusiasmo, bien entendidos, comienzan por uno mismo.
Saludos cordiales
Tordon

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