En esta búsqueda de una supuesta excelencia, querido Pepe, encuentro hitos con un alto poder disuasorio, como ocurre con el sombrío Baudelaire que recrea un ambiente depresivo en el que sumerge su actividad creadora :”Siento horror por la vida, por el ofensivo y repugnante contraste entre mi vida espiritual y esta vida miserable y precaria”.A pesar de todo, aunque me apena sobremanera la discrepancia entre la excelsitud de la obra y la infelicidad del autor, considero esa actitud pesimista una resultante de su particular inmersión en penurias de subsistencia:”el dinero resulta indispensable para quienes convierten sus pasiones en un culto”,dejó escrito.
Prefiero quedarme,- por el logrado efecto balsámico que destilan entre tanta “desgracia creadora”-, con las palabras de Montaigne que dice que “el Reino está entre nosotros, no fuera de nosotros. Las vidas más hermosas son, a mi juicio las que se sitúan dentro del modelo común y humano, con orden, pero sin milagros ni extravagancias”; o con las del mismo Todorov,- del que he extraído alguna de las reflexiones precedentes- que concluye:”Somos seres imperfectos y no ángeles, no podemos vivir en un éxtasis continuo, bajo el hechizo de la plenitud. Exigirlo equivale a condenarse a la desgracia”.
Y a todo lo anterior solo puedo añadir, estimado Pepe, que presiento que nunca alcanzaré la felicidad, por más que lo intente en la búsqueda del absoluto, de la belleza, del arte. Quizás el milagro esté mucho más cerca: Dentro de nosotros mismos, tan ajenos a los ángeles, pero, a la vez, tan vivos.
Saludos cordiales
Tordon
PD: Alguien que necesite tanto espacio para explicarse (o justificarse), es sin duda sospechoso de culpabilidad. Espero que al menos, tras este alambicado discurso, mi postura te haya quedado un poco más clara,
¿No?
A mí tampoco.
Prefiero quedarme,- por el logrado efecto balsámico que destilan entre tanta “desgracia creadora”-, con las palabras de Montaigne que dice que “el Reino está entre nosotros, no fuera de nosotros. Las vidas más hermosas son, a mi juicio las que se sitúan dentro del modelo común y humano, con orden, pero sin milagros ni extravagancias”; o con las del mismo Todorov,- del que he extraído alguna de las reflexiones precedentes- que concluye:”Somos seres imperfectos y no ángeles, no podemos vivir en un éxtasis continuo, bajo el hechizo de la plenitud. Exigirlo equivale a condenarse a la desgracia”.
Y a todo lo anterior solo puedo añadir, estimado Pepe, que presiento que nunca alcanzaré la felicidad, por más que lo intente en la búsqueda del absoluto, de la belleza, del arte. Quizás el milagro esté mucho más cerca: Dentro de nosotros mismos, tan ajenos a los ángeles, pero, a la vez, tan vivos.
Saludos cordiales
Tordon
PD: Alguien que necesite tanto espacio para explicarse (o justificarse), es sin duda sospechoso de culpabilidad. Espero que al menos, tras este alambicado discurso, mi postura te haya quedado un poco más clara,
¿No?
A mí tampoco.
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