Fatalmente afectado como me encuentro por el “virus literario” de Stefan Zweig, le ha tocado ahora el turno al ensayo que el austríaco escribió (1919) sobre Dostoyevski .El relato de la vida, motivaciones y obra del afamado novelista ruso me fascinan, especialmente los pasajes referidos a sus “auras pre-epilépticas”, auténticas claves del secreto de su arte:
“De estos estados de éxtasis, estos momentos maravillosos de vacilante presentimiento, extrae una misteriosa belleza jamás conocida. Vive la muerte en vida y en cada segundo antes de morir experimenta la esencia más fuerte y embriagadora del ser, la tensión patológicamente acrecentada de “sentirse a sí mismo”.
... También aquí la oscuridad estrangula la mirada, también aquí el alma rebosa del cuerpo como el agua del vaso demasiado lleno e inclinado; ya se eleva tembloroso hacia Dios con las alas extendidas, percibe una luz sobrenatural sobre el batir de las alas sin cuerpo,- rayo de luz y gracia de otro mundo-, se hunde la tierra y cantan las esferas…cuando el trueno del despertar lo precipita de nuevo, roto, al mundo de todos los días.
(“Tres Maestros" )
Abunda Zweig en la certera idea de que Dostoyevski debe tanto a esta enfermedad, ("fatalidad demoníaca", la denomina), como Tostói a su salud. El propio Dostoyievski comenta sus vivencias: “Los hombres sanos ni siquiera podéis sospechar la sensación de bienestar que invade al epiléptico un segundo antes del ataque…”
Yo, estimado Libe, diría que me encuentro físicamente bien, pero visto lo visto, ¡qué pena no sentir ni tan siquiera un ligero temblor, un mísero espasmo, una grácil palpitación, una tenue sacudida, una sutil vibración…!
Saludos cordiales
Tordon
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