El erotismo senil de Luis XV y un rocambolesco trampantojo matrimonial, extrajo de los prostíbulos a Jeanne Bécu para convertirla en la Condesa Du Barry.
Las “pata negra” de la corte de Versalles,- entre las que se hallaba la joven delfina, una adolescente llamada Antonieta-,estiraron el cuello, fruncieron el entrecejo y juraron no dirigir la palabra a aquella exuberante advenediza.
Pero ésta, herida en su amor propio, “comiéndole la oreja” (y suponemos que otras cosas) noche tras noche al monarca, se quejaba amargamente de su desairada situación.
El rey –aquél del “aprés moi, le delú”-, visiblemente irritado por desprecio al que era sometida su amante, acudió a María Teresa, madre de la delfina y reina de Austria, para que tratase de solucionar situación tan embarazosa.
Ésta, muy preocupada por la Alianza Habsburgo-Borbónica, hizo valer su autoridad materna y su sagacidad diplomática para que la futura reina de Francia dirigiera a Madame Du Barry aquellas seis recordadas palabras: “Hay hoy mucha gente en Versalles”.
Las “pata negra” de la corte de Versalles,- entre las que se hallaba la joven delfina, una adolescente llamada Antonieta-,estiraron el cuello, fruncieron el entrecejo y juraron no dirigir la palabra a aquella exuberante advenediza.
Pero ésta, herida en su amor propio, “comiéndole la oreja” (y suponemos que otras cosas) noche tras noche al monarca, se quejaba amargamente de su desairada situación.
El rey –aquél del “aprés moi, le delú”-, visiblemente irritado por desprecio al que era sometida su amante, acudió a María Teresa, madre de la delfina y reina de Austria, para que tratase de solucionar situación tan embarazosa.
Ésta, muy preocupada por la Alianza Habsburgo-Borbónica, hizo valer su autoridad materna y su sagacidad diplomática para que la futura reina de Francia dirigiera a Madame Du Barry aquellas seis recordadas palabras: “Hay hoy mucha gente en Versalles”.
Seis vulgares palabras que permitieron que Austria, Alemania y Rusia se repartieran impunemente Polonia, mientras Francia, de fiesta en fiesta, miraba hacia otro lado.
María Antonieta, en este episodio, fue la única vez que bajó la cabeza. Y no la volvió a bajar hasta el día en que la guillotina cayó sobre ella.
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