Cuando salió de la clínica, Juan cerró los ojos para sentir en el rostro el tibio sol de otoño. Por fin, a sus cuarenta y cinco años, superada una penosa etapa de ansiedad e infortunio, su felicidad era completa. Se encontraba henchido de gozo, repleto de vida, percibía la tensión en cada uno de sus músculos, un irrefrenable manantial de energía rezumaba por cada uno de los poros de su piel. No obstante, a pesar de que su mente bullía con la euforia de los grandes días, era plenamente consciente de que toda aquella sensación de bienestar se la debía a Laura, el ser más extraordinario que nunca había conocido, su musa, su alegría, su refugio, su segunda esposa. Ella modificó el devenir de su vida y le transformó en un hombre nuevo. Porque, siguiendo sus consejos, con sus ánimos y aplicándose a conciencia durante largas horas de gimnasio, había logrado adelgazar los 15 kilos que le sobraban, su alimentación era exquisita, el olor a tabaco le desagradaba y en las discotecas –soportando la sorna de sus amigos- solo consumía zumo de melocotón.
-Todo lo que haga por ella es poco. Laura se merece lo mejor de mí- repetía una y otra vez.
Por eso, cuando aquella mañana comprobó los magníficos resultados del análisis de sangre, una inevitable sonrisa afloró a sus labios, comprendió que la justicia divina no era una fábula y que la vida le sonreía de nuevo. El simpático galeno lo había resumido mejor que nadie:
-¡Está usted como un chaval de 20 años!
Tan abstraído y feliz cruzó la calle, que ni tan siquiera fue consciente de que un camión de cuarenta y cinco toneladas se había saltado el semáforo en rojo.
-Lo siento, Laura. -fue su último pensamiento.
-Todo lo que haga por ella es poco. Laura se merece lo mejor de mí- repetía una y otra vez.
Por eso, cuando aquella mañana comprobó los magníficos resultados del análisis de sangre, una inevitable sonrisa afloró a sus labios, comprendió que la justicia divina no era una fábula y que la vida le sonreía de nuevo. El simpático galeno lo había resumido mejor que nadie:
-¡Está usted como un chaval de 20 años!
Tan abstraído y feliz cruzó la calle, que ni tan siquiera fue consciente de que un camión de cuarenta y cinco toneladas se había saltado el semáforo en rojo.
-Lo siento, Laura. -fue su último pensamiento.
PD: Perdonad que os haya puesto la foto del Contramaestre y mía en el gimnasio, pero no tenía ninguna otra a mano.
6 comentarios:
Si es que a la hora de parar camiones valen más las minifaldas que los bíceps.
;-)
Tragicómica aparición y secuencia de acontecimientos, poética y románticamente detallados. Y las pelis que terminan mal las encantan, ya sabe.
Dejaremos a la audiencia (femenina, claro) adivinar a quién de los dos pertenecen las chocolatinas, imaginárselo también las encanta, ya sabe.
Una pista: pruebe y compare. Y si es necesario, repita.
Las fotos de la ducha me imagino está bien custodiadas...
Hasta llegar al final trágico de la historia, pensaba que estaba basada en hechos reales, cambiando nombres...
Besotes
¡Buen consejo para auto-stopistas, estimado Fudandrús!
Salu2
Como bien comprenderá, estimado Contramaestre, las fotos de la ducha solo están accesibles para los usuarios de "Submarino -Premium".
O para los del Pay per View.
Salu2
La historia es ficticia, estimada Conguito, pero bien podría ser verdad.
El final trágico no siempre es el mismo, algunos se casan por tercera vez...
Besotes
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