Como siempre, malévolos blogueros, habéis malinterpretado el sentido de la pregunta que titula esta entrada y la habéis transformado en otra absolutamente incorrecta. Porque- os recuerdo, so listillos- que nada tiene que ver “ser una regadera” con “estar como una regadera”.
Aclarado este punto primigenio, y excluyendo cualquier atisbo de autocrítica, la entrada de hoy se inspira en mis más que probada inquietud botánica.
El Bambú Japonés, la Phyllostachys Aurea, es una planta perennifolia que necesita para desarrollarse una sana semilla, una tierra generosamente abonada y agua en abundancia. La hidratación debe ser continua y bien dosificada, y en nada conviene encharcar la zona para a continuación exponerla a los devastadores efectos de la sequía.
Un día cualquiera- uno de esos en los que te levantas inspirado y con el ramalazo ecológico-, plantas esa semilla del bambú japonés (que has comprado en los chinos), y tras una semana de ilusionante espera compruebas que no sucede nada en absoluto. Tampoco se observan novedades durante el transcurso de la segunda y la tercera semanas, pero no te rindes y continuas con la labor paciente y sosegada del jardinero oriental. A los dos meses, -al constatar la esterilidad de la tierra y de tus esfuerzos- el desánimo invade el espíritu y la impaciencia te corroe el alma pensando que el tipo del mercadillo te vendió gato por liebre.
Pero esa conspiración de la naturaleza y el mercado en nada pueden contra tu ilusión naturalista, contra tu voluntad de hierro, contra tu pétrea constancia, y persistes en el obstinado esfuerzo de abono y regadío, aunque durante el primer año el proyecto vegetal continúe siendo una mera especulación. Tampoco se observa actividad alguna durante el segundo, tercer y cuarto años, pero,- ya que has llegado hasta allí y te has gastado gran parte de tus ahorros en compuestos fertilizantes-, aceptas continuar abnegadamente con el ilusionante desafío botánico. Durante el quinto y sexto año tampoco se observa nada nuevo, pero al séptimo año,-¡oh milagro!- un primoroso brote verde comienza a asomar sobre ese estéril terruño que tantas veces has empapado con amargas lágrimas.
Y a continuación, lleno de júbilo, compruebas maravillado que en tan solo ¡6 semanas!, la planta de bambú japonés alcanza la extraordinaria altura de 30 metros, que equivale a la de un edificio de 12 plantas.
Aclarado este punto primigenio, y excluyendo cualquier atisbo de autocrítica, la entrada de hoy se inspira en mis más que probada inquietud botánica.
El Bambú Japonés, la Phyllostachys Aurea, es una planta perennifolia que necesita para desarrollarse una sana semilla, una tierra generosamente abonada y agua en abundancia. La hidratación debe ser continua y bien dosificada, y en nada conviene encharcar la zona para a continuación exponerla a los devastadores efectos de la sequía.
Un día cualquiera- uno de esos en los que te levantas inspirado y con el ramalazo ecológico-, plantas esa semilla del bambú japonés (que has comprado en los chinos), y tras una semana de ilusionante espera compruebas que no sucede nada en absoluto. Tampoco se observan novedades durante el transcurso de la segunda y la tercera semanas, pero no te rindes y continuas con la labor paciente y sosegada del jardinero oriental. A los dos meses, -al constatar la esterilidad de la tierra y de tus esfuerzos- el desánimo invade el espíritu y la impaciencia te corroe el alma pensando que el tipo del mercadillo te vendió gato por liebre.
Pero esa conspiración de la naturaleza y el mercado en nada pueden contra tu ilusión naturalista, contra tu voluntad de hierro, contra tu pétrea constancia, y persistes en el obstinado esfuerzo de abono y regadío, aunque durante el primer año el proyecto vegetal continúe siendo una mera especulación. Tampoco se observa actividad alguna durante el segundo, tercer y cuarto años, pero,- ya que has llegado hasta allí y te has gastado gran parte de tus ahorros en compuestos fertilizantes-, aceptas continuar abnegadamente con el ilusionante desafío botánico. Durante el quinto y sexto año tampoco se observa nada nuevo, pero al séptimo año,-¡oh milagro!- un primoroso brote verde comienza a asomar sobre ese estéril terruño que tantas veces has empapado con amargas lágrimas.
Y a continuación, lleno de júbilo, compruebas maravillado que en tan solo ¡6 semanas!, la planta de bambú japonés alcanza la extraordinaria altura de 30 metros, que equivale a la de un edificio de 12 plantas.
Y hoy, en el día de la graduación de mi hijo Santi, no he podido evitar sentirme como un abnegado jardinero oriental.
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13 comentarios:
Jajaja.
Eres una regadera. Felicidades.
:-)
Enhorabuena, sin duda eres una buena regadera, yo sigo esperando no haber confundido el fertilizante con la legía.
Un beso a los dos ;)
FELICIDADES por la graduación, no lo pongas a huevo ser o estar son, a menudo, intercambiables, la paciencia oriental es por algo, en realidad has aprendido y nos has transmitido una lección, salu2
Mire que Santi no le haya puesto hace 7 semanas unas semillas de maría, para celebrar la graduación...
No se pase de agua, tiene que quedar para el submarino. Y si no, navegaremos pues en superficie hasta el próximo diluvio.
Yo creo de verdad en todo caso que sus plegarias han llegado muy alto.
Amos a ver Tordu... no hay confusión ninguna... la realidad es que usted es un regante que está como una regadera... jejeje... Me muero de ganas de ver ese bambú..
Abrazu percebe regante chinu
¡Felicidades sr. Presi! ¡Ya sólo queda uno en el cole!
Besos
No sé si seré una buena regadera, estimado Fudandrús, pero le puedo asegurar que hago lo que puedo.
Que no es mucho.
Salu2
No me ande usted jugando con los productos caústicos, indómita Pilarica, que las armas las carga el diablo.
Pero usted tiene cara de buena persona y de jardinera primorosa.
Bss
Tiene usted razón, estimado Silvo, y la paciencia es una gran virtud, pero cuando de adolescentes se trata, en vez de regar, a veces le entran a uno ganas de atizarles con la caña de bambú en la mollera.
Grrrr....
No me asuste, estimado Contramaestre, con la posible deriva marijuánica de mis retoños.
Porque con que haya un toxicómano imbécil en la familia ya es más que suficiente.
Aunque bien es verdad que a nosotros nos engañaron con aquello de "sexo ,drogas y rock and roll".
Y -al ritmo que vamos- dentro de poco solo nos quedará el baile.
Salu2
Estimado Luigi:
El hecho de que hayan ustedes ganado la liga (los culés) y salvado el pellejo de milagro (los sportinguistas) no le autoriza a lanzar malévolos infundios sobre mi estado mental.
Bueno, a usted se lo perdono todo porque ye del pueblín costero y eso es una desgracia como otra cualquiera que no se puede evitar.
Abrazu, bogavante del Piles
En efecto, estimada Conguito, los retoños van quemando inexorablemente las etapas escolares.
Aunque ahora viene lo más dificil, que es casarlos.
¿No tendrá usted por casualidad una hija en edad de merecer?
Un besote.
¡ja,ja,ja! Si otros tiempos corrieran...!
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