Existen historias en la vida de los hombres que ante determinados estímulos, brotan –cual si de Guadianas caprichosos se trataran - sin que nada se pueda hacer por evitarlo. Son historias antiguas, de las que no recuerdas ni el origen, ni la fecha, ni el motivo exacto de su nacimiento, pero que te hacen sentir como ese pescador que después de estar todo el día pescando, suelta los peces por la noche para seguir pescándolos al día siguiente.
Y una de esas historias es la de las flores amarillas.
Porque quiso la madre Naturaleza- aliviada unos días de la cuchilla inclemente- sorprenderme una mañana con la hierba plagada de flores de ese color. Y recordé –inevitablemente-la leyenda que a continuación os relato.
Eran dos jóvenes campesinos, creo que polacos, (a estas alturas de mi vida ya no estoy seguro de casi nada) que se amaban con la pasión propia de unos enamorados adolescentes.
Sin embargo, oprimidos por la limitación que los ingresos de la actividad campesina conlleva, su pobreza era directamente proporcional al amor que ambos se profesaban. Pero la mujer, consciente de su belleza y de su paupérrima condición, y deseosa de salir de ese submundo de penalidades, le dijo a su amado que solo se casaría con él si era capaz de proporcionarle el suficiente dinero como para llevar una vida holgada.
El muchacho, perdidamente enamorado, no demoró un instante su partida hacia las lejanas minas de sal.
Y así pasó mucho el tiempo sin que uno supiera nada del otro, llenos de nostalgia, sumergidos en una intensa añoranza, impacientes y esperanzados, aunque la prolongada ausencia no logró apaciguar el intenso amor que uno sentía por el otro.
Después de tres largos años, llegó la hora del reencuentro. El muchacho, antes de articular palabra, entregó a su amada una bolsa repleta de monedas de oro. Pero la joven apenas pudo sujetarla entre sus manos ya que -horrorizada- no lograba apartar la vista de aquel hombre demacrado, enfermo, pelo encanecido y visiblemente agotado en el que –a causa de las penalidades-se había transformado su amado pretendiente.
Remordiéndole la conciencia y con lágrimas en los ojos, abrazó con todas sus fuerzas a aquel hombre prematuramente envejecido y arrojó lejos de sí la bolsa de las monedas de oro. Y lo hizo con tal ira que todas quedaron esparcidas entre la hierba.
Y , como por ensalmo, en pocos segundos, mudos testigos de la tragedia, en los lugares en los que se habían depositado las monedas, brotaron al instante unas bellas flores amarillas…
Ahora ya sabéis, estimados blogueros, por qué contemplando la imagen que os muestro en la foto, esta vieja historia ha reaparecido en mi cabeza.
Y una de esas historias es la de las flores amarillas.
Porque quiso la madre Naturaleza- aliviada unos días de la cuchilla inclemente- sorprenderme una mañana con la hierba plagada de flores de ese color. Y recordé –inevitablemente-la leyenda que a continuación os relato.
Eran dos jóvenes campesinos, creo que polacos, (a estas alturas de mi vida ya no estoy seguro de casi nada) que se amaban con la pasión propia de unos enamorados adolescentes.
Sin embargo, oprimidos por la limitación que los ingresos de la actividad campesina conlleva, su pobreza era directamente proporcional al amor que ambos se profesaban. Pero la mujer, consciente de su belleza y de su paupérrima condición, y deseosa de salir de ese submundo de penalidades, le dijo a su amado que solo se casaría con él si era capaz de proporcionarle el suficiente dinero como para llevar una vida holgada.
El muchacho, perdidamente enamorado, no demoró un instante su partida hacia las lejanas minas de sal.
Y así pasó mucho el tiempo sin que uno supiera nada del otro, llenos de nostalgia, sumergidos en una intensa añoranza, impacientes y esperanzados, aunque la prolongada ausencia no logró apaciguar el intenso amor que uno sentía por el otro.
Después de tres largos años, llegó la hora del reencuentro. El muchacho, antes de articular palabra, entregó a su amada una bolsa repleta de monedas de oro. Pero la joven apenas pudo sujetarla entre sus manos ya que -horrorizada- no lograba apartar la vista de aquel hombre demacrado, enfermo, pelo encanecido y visiblemente agotado en el que –a causa de las penalidades-se había transformado su amado pretendiente.
Remordiéndole la conciencia y con lágrimas en los ojos, abrazó con todas sus fuerzas a aquel hombre prematuramente envejecido y arrojó lejos de sí la bolsa de las monedas de oro. Y lo hizo con tal ira que todas quedaron esparcidas entre la hierba.
Y , como por ensalmo, en pocos segundos, mudos testigos de la tragedia, en los lugares en los que se habían depositado las monedas, brotaron al instante unas bellas flores amarillas…
Ahora ya sabéis, estimados blogueros, por qué contemplando la imagen que os muestro en la foto, esta vieja historia ha reaparecido en mi cabeza.
Y aprovechad ahora que está presente, amigos míos, porque tal como ha venido volverá a irse y se esconderá irremediablemente en los recovecos de mi memoria, muy dentro de mí, allá donde casi nadie llega, cerca del corazón.
31 comentarios:
Te quiero...
... y lo sabes.
Muy bonito sí señor... yo como soy mala, pero que muy mala pienso que cualquier excusa es buena para no seguar...
Besos
De acuerdo , Topinga, yo también la quiero, pero el hecho de que me lo repita tantas veces ya me está haciendo sospechar...
Besitos
Que no Conguito, que a mi me gusta mucho segar, que me llaman el Termineitor del Carmen,el manostijeras de Pando...
Pero ya sabe que la hierba en Asturias es más rápida que el sheriff de las películas del Oeste.
Besotes
Una pena que no se hubieran dado cuanta antes de lo que importaba realmente,. pero así es la vida, de todas formas era mayorr su sentimiento que cualquier otro concepto, mira a ver en tu campo quizás las flores se vuelvan monedas de nuevo, o mejor no que tendrás que buscar a la pareja de la bella historia, salu2
Me parece que en el curso del partido se me debieron de caer unas cuantas monedas por ahí, mire a ver, que mi memoria tampoco las echa en falta.
Pele Ón
¡Que preciosa historia! Indudablemente cada vez que vea una pradera llena de flores amarillas me acordaré de ese hermoso gesto de amor. Gracias por compartirla.
Muy bonita historia Sr. Presidente, y no está de más que nos la recuerdes, al menos a mí, que a veces... se me va la pinza con eso del trabajo, y es cierto que hay cosas muuuucho mas importantes.
Eso sí, espero que no haga "colegueo" entre presidentes y le mande la historia al presidente del gobierno, que a saber cómo la interpreta!!!.
Besos y me llevo una flor amarilla, le he buscado un jarroncito precioso.
Sr Tordon: Veo que el amor que le profesa topanga es tan intenso que ha dejado inoperativo su blog,osea,que salen 9 coments pero solo se lee el de ella.
Estimada topanga: yo lo vi primero!
Gracias estimada Luna por sus instrucciones con el carpe diem. Aunque yo hace tiempo que descubrí que los féretros son estrechos y que poco se puede llevar uno al más allá.
Pero está bien que nos lo recuerden cada cierto tiempo.
Besote
Tiene usted razón, Mega-Silvo, no estaría mal que la historia se revertiese y que en vez de flores brotaran ahora monedas de oro.
Pero también sabe usted que la riqueza es como el agua salada: Cuanto más se bebe, más sed da.
Sí, sería más rico , pero menos feliz.
Bueno, de cualquier forma me gustaría comprobarlo...
Porsia.
Salu2
Es lo malo, querido Peleón , de corretear por los prados: Se pierden las llaves, las monedas y, a poco que uno se acelere, hasta la virginidad...
Salu2
En vez de acordarse de la bella historia de amor, estimada Susana de la Tierra, podría usted acordarse de mí, que soy de carne y hueso y me gusta que me mimen.
Bss
Tengo miedo , estimada MO-renaza, que si le cuento esta historia a nuestro circunflejo presidente, en el próximo Consejo de Ministros se apruebe una normativa que incite a los parados a rebuscar entre las hierbas de las praderas...
En fin, no ayudemos a nuestros gobernantes que ya se bastan ellos solitos para meter la gamba.
Bss
Ya sabe, acaparadora Solitaria, que nada hay más peligroso(y comprensible) que un "jaker" enamorado.
Pero la solución es pinchar en "ocultar comentarios" y luego en el "dijo..." de cada uno de los comentaristas (menos en el de ella).
¡Ay, Señor, qué chiquilla tan posesiva y juguetona...!
Besotes
Pues eso hice estimado tordon,pero no logro que me salgan todos del tiron como antes,mas comodo ;).
¿Juguetona yo?,creo que se equivoca de chica,con lo poco dados al cachondeo y a las ironias que somos en mi familia...
Gracias por lo de chiquilla,ahora si que te amooooooooooo
Besis manito
Que no, Soli, que lo de chiquilla juguetona y posesiva era por la desorganizadora de comentarios, la inefable Topilla.
Besitos
Que sí, que sí, Luna lunera, que lo he entendido a la primera, que a disfrutar de las flores, del desayuno y de las mil cosas que la vida nos ofrece sin que nos las merezcamos.
Besitos para usted y saludos para el resto de la tripulación.
Estimado Tordon:
He disfrutado con su bonito relato, y con excelencia redactora. Las historias son más bonitas cuanto mejor contadas.
Si miro mi prado tengo que pensar en que el enamorado obtuvo menos por su trabajo y solo volvio con monedas de plata (las flores mas abundantes son las pequeñas pequeretes, blancas).
Saludos
Qué hermosura de relato, señor Tordon, qué belleza.
Me fascina su vena lírica y le pido humildemente que la explote.
Besos agradecidos.
Genial... Y, perdone que no me salga mucho más que decir, pero, ante textos o historias como esta, sobran los comentarios.
Gracias por no abandonar el submarino en verano.
María.
TORDOOOOOOON. TORDOOOOOOOOOOOOOOOOONNNNNNNN
MIREEEEE AAAA VEEEEERR LAAAAAAASSSS PILAAAAAAAAAASSSSS DEEEL SONOTONEEEEEEEEEEEEEEE.
que tal¿?? que raro tienes ahora el blog no¿?¿?... saludinossssssssss
Sean blancas o amarillas, estimada Impase, las flores son- como las mujeres- siempre hermosas.
Bss
Gracias, querida Isabel , por tan inmerecidos elogios.
Usted sí que es una buena narradora,y yo no soy digno de atar la correa de su sandalia.
Bss
Con lectoras tan bellas y sugerentes como usted, estimada Mamá-rín, bien merce la pena estar "abierto por vacaciones"
Bss
El amor todo lo puede, estimado José, y , como decía Moliere, todo lo que el amor hace, él mismo lo excusa.
Salu2
Aquí sigo, Peleguán, con las manos al timón.
Pero tan adormilado que creo que se me va a salir el submarino por cualquier curva.
¡Menos mal que el resto de la tripulación permanece alerta!
Salu2
Pero , mi estimado José, ¿Es que pretende usted matarme?
Entre las direcciones que amablemente me suministra, los calores veraniegos y la película "Solt", me va a dar un yuyu irreversible.
¡Mecagüen...!
...y a usted, estimada Luna, la juzgarán por colaboradora necesaria...
El blog, querida Sandrina, está a tono con el propietario: Un poco despistado
Besines...
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