Estimado amigo:
Es mentira eso que cuenta algún estafador de que la lectura proporciona cierto grado de felicidad. En mi caso, cuanto más leo, mayores incertidumbres me asaltan, mayores conflictos –virulentos y pruriginosos -crecen en mi interior. Incapaz de huir de la inevitable sensación de pequeñez intelectual, me debato entre carencias. Como en un juego de matriuskas invertido, cada conocimiento destapa un sinfín de conocimientos más amplios: Un abanico inabarcable, una verdadera agonía del “saber que no sabes”, una cruel percepción de ignorancia, una inmersión en la batalla,- encarnizada y obtusa-, intentando recuperar el valioso tiempo perdido. Espiral, en definitiva, de renglones sin fin:¿Conduce a alguna meta este camino?
A la lectura (en Semana Santa) de un ensayo sobre Erasmo (Zweig), se siguió inevitablemente el “Elogio de la Locura” del humanista de Rotterdam (¡qué maravilla de “ironía pedagógica”!) ;Y esto me llevó a repasar las tesis de Lutero, y de éste pasé a Calvino, más tarde a Servet, y tras él vino el estudio de su magnífico defensor, el admirable Castellio (en otro ensayo de Zweig);Y más tarde me fui a Zwinglio, a Melanchton, a De Beze, a Farel…
Pero,-de ahí mi conflicto-¿puede el lector planear como un inocente pajarillo sobre la Historia sin involucrarse moralmente?
Sea como fuese, aquí me encuentro,-alicaído, impotente-, instalado en una absurda disyuntiva, en un intento de tomar partido intelectual en alguna de aquellas lejanas disputas. Y entre las dudas, ahogado por la perplejidad, pusilánime, avergonzado en mi indecisión, sufro profunda e inútilmente.
Y al final,- machacona, inevitable-, siempre la misma solución: Continuar la terapia, ayudar a Sísifo con la gran “piedra impresa”, matar la enfermedad con nuevo veneno…
Como Demócrito, a veces le entran a uno ganas de sacarse los ojos…
Saludos cordiales
Tordon
PD: …o al menos “borrarse” del Círculo de Lectores…
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