domingo, 6 de noviembre de 2011

NAVIGARE NECESSE EST

Cuando un hombre siente el calor de una tierra firme bajo sus pies, tiende a aferrarse a ella con pasión, establecer sobre ella su hogar y desarrollar unas raíces más fuertes que las de los árboles de su jardín. Pero no siempre puede evitar esa chispa que incendia la mente y transmite la idea de que la vida expande sus dones por todo el orbe. Y es en ese preciso instante cuando siente el anhelo de percibir algún lejano soplo de divinidad.
La rutina es una cadena lo suficientemente delgada como para apenas apreciarla, pero puede llegar a transformarse en algo demasiado fuerte como para romperla. Quizá el cambio de aires es el único medio que nos permite mantenernos vivos, rejuvenecer y cambiar sibilinamente la ubicación de las piedras sobre las que una y otra vez nos empeñamos en tropezar.
Alejarse del hogar es una manera incruenta de reafirmar o desechar los prejuicios, confirmar los tópicos o abjurar de los principios culturales que inconscientemente adherimos a nuestra piel, esa rémora tan inevitable como la herrumbre incrustada en la hoja de acero.
Por otro lado, resulta bien conocido que nada hay más destructivo que la duda irresoluta, la vacilación confusa, la fluctuación intelectual, aunque mi primo Aristóteles –un poco optimista- llegara a dignificarla como fuente de sabiduría.





Y he de reconocer que desde hace tiempo un insoportable interrogante pulula por mi mente, me hierve en la sangre, hormiguea en mis neuronas, me carcome las entrañas de forma obsesiva:
¿Será cierto- como aseguran- que en Brasil solo existen futbolistas musculosos y mulatas más.culosas?
Y como mala cosa es tener un lobo cogido por las orejas, -pues no sabes cómo soltarlo ni cómo continuar aguantándolo-, me decidí a dar el gran salto oceánico. E impelido por la lejana robinsonada de nuestros conquistadores extremeños me animé a emprender esta osada aventura hacia el conocimiento, esa ardua tarea a la que acudí pertrechado por la ilusión de la certeza en carne propia.
Y aunque no alcanzara a disipar mis incertidumbres, poco habría de perder, ya que-como advertía Cervantes - no hay viaje malo, excepto el que conduce a la horca.
Y si bien es cierto que la mayor parte de las veces la imaginación sirve para viajar y cuesta menos, estando yo escaso de euros y fantasía, no he podido resistirme a la oferta que podéis ver en la foto, una ganga dirigida especialmente a “funcionarios de submarino”, a argonautas como el que suscribe.








Pero el resultado de mis pesquisas os lo contaré otro día, so impacientes, que hoy tengo la mente abotargada por el jet-lag y las caipiriñas.

5 comentarios:

Pilar Abalorios dijo...

caipiriñas ¿eh? buena resaca, marinero

Pele Ón dijo...

¡Vaya susto nos había dado descabezando el submarino! Ya me hacía yo sin periscopio una buena temporada, porque pararme, ni hablar. Precisamente y como próximamente verá en mi patio, voy tras Utopía, casi la tengo ya.
Un abraço

Ana H.H. dijo...

Imposible resistirse a ese descuento.

Besos

Food and Drugs dijo...

¿Fútbol y mulatas?... Tú no quieres ir a Brasil. Tú quieres ir al paraisoooo!!!
;-)

José Ángel dijo...

Saludos Tordon.

¿Llevas las cuentas al día para saber cuántas veces has dado la vuelta al mundo? ¿Te queda algún país por hollar? Tu pasaporte debe tener más sellos que muchas colecciones de filatelia (no confundir con la halterofilia, que creo que indica el grado de enfado de los parientes más próximos).

Para mí, que ni siquiera he estado en Portugal, ni mucho menos en Gibraltar o en Andorra, me dejan impresionado las personas que cogen con la misma facilidad un avión o un vaso de agua.

No sé, en la próxima vida tal vez sea azafata, para compensar. Lo malo -o bueno, ya veremos- será que no voy a recordar nada de esta vida y se va a perder toda la experiencia que he ido acumulando en mi corto radio de acción.

Un abrazo.

Jose.